En pocos días se cumplirán cuatro años de aquel penoso 2 de marzo, donde quedó marcado en las retinas del país, el manoseo y la vejación al sistema democrático imperante con la quema de urnas, las agresiones a autoridades de mesa, la destrucción de establecimientos escolares y los cruces verbales de la más baja ralea.
Eso sin dudas marcó a fuego a muchos políticos, tanto de Catamarca como del país, pero sin dudas quien pagó un alto precio por esos acontecimientos fue el Partido Justicialista y su principal referente, Luis Barrionuevo.
Hoy nada queda de lo sucedido, no hay alusiones al tema, tal vez no le convenga a ninguna de las partes su mención y la campaña de los principales aspirantes al poder local pasa por otros carriles, felizmente.
La prueba de ello es el sustancial cambio experimentado por Luis Barrionuevo que a los cuatro vientos pregona un cambio de nombres en la estructura del peronismo y en sus apariciones públicas. Ya no se levantan dedos amenazantes, ni promesas de “cárcel a los corruptos”. Más bien, el gastronómico parece haberse “sosegado” al momento de hacer declaraciones a la prensa o cuando, como ocurrió en el acto de presentación de candidatos el lunes pasado, en los salones del Club Social “25 de Agosto”, le toca pronunciar discursos, que se limita a leerlos y no a improvisarlos.
Por estas horas los “ataques” realizados son denuncias en contra del área de Desarrollo Social, o hacer lecturas sobre anuncios oficiales como el pase a planta permanente de empleados contratados. Ya no hay adjetivos que califican al adversario como el peor de lo peor.
En la misma lista de candidatos presentada por el Frente Justicialista ya sobresalen preguntas acerca del criterio usado por Barrionuevo para confeccionarla. Claro que la lista no ha dejado de acarrear dolores de cabeza, renuncias y amenazas de saltar el charco.
Es por ello tal vez que sufra el acoso permanente de los “históricos” que presionaron hasta último momento un lugar en las listas, o buscando reelección, por el solo hecho de estar siempre defendiendo las banderas de Perón y Evita, como si eso fuera suficiente aval.
Lo que queda por dilucidar es si le alcanzará con esto a Barrionuevo para hacerle sombra a un oficialismo gobernante que pone toda la carne en el asador, que cuenta con material suficiente como para ocuparse solo de su campaña sin mirar al del frente.