Con una prosa trabajada, intensa, apoyada en una investigación minuciosa, Ferrer -autor de los libros Cabezas de tormenta y Ensayos sobre lo ingobernable, mantuvo este diálogo con Télam.
¿De qué manera pensás que se leen en la actualidad los libros de Ezequiel Martínez Estrada?, ¿Cuál es su vigencia?
Se lee, es una suerte con la que no cuentan todos los escritores del pasado. Él sobrevivió, y hoy existe cierto consenso en considerarlo el ensayista argentino más relevante del siglo XX. Con el tiempo se advirtió que sus ideas eran sólidas, enraizadas en un diestro y alarmado conocimiento de la historia y los dilemas nacionales. Quizás hoy sus libros puedan leerse como anticipaciones de problemas dramáticos que asolarían al país más adelante y como murmullos espectrales con los que no sabemos qué hacer, en buena medida porque es un autor imposible de asimilar, ninguna corriente ideológica ha podido o querido absorberlo.
De los adjetivos que orbitan sobre su personalidad resalta el de "intuicionista", ¿remite a una sensibilidad, a una mirada especial
Dado que el calificativo de "intuicionista" no fue enunciado por él sino por sus contradictores, resultaba ser una descalificación. Sin duda no era cientificista, ni le preocupaba disponer de un sistema entero o total de pensamiento. Si tenía un método de pensamiento, era rigurosamente propio, el de un autodidacta. Sus argumentaciones se nutrían de una amplísima cultura "clásica", de una curiosidad sin límites, y de una percepción dramática de la realidad nacional.
¿Por qué en su momento fue tan resistida su mirada crítica?
Eso concierne a sus ideas, a su estilo, y a su actitud de polemista intransigente y punzante que analizaba el país desde ángulos vertiginosos, superponiendo escepticismo, melancolía e impiedad. Su compromiso político era con sus ideas y con el país, por la cual sentía un amor dolorido que se hace manifiesto en su estilo narrativo; por momentos alucinado, apocalíptico, hiriente, aunque enriquecido por laberintos barrocos y paradojas tensadas hasta el límite.
¿Cómo fue la tarea de retratar su personalidad: severo con sus antagonistas, férreo en sus convicciones, controversial a ratos…
Me gustaría decir que recurrí al método que él usó para preparar su tratado sobre José Martí: "conocimiento intuitivo y convivencia espiritual". Me dejé guiar por el asombro y la conmoción ante un hombre que se convirtió en incomodidad pública y que pretendía que sus compatriotas vivieran en permanente estado de examen de conciencia y no dejaba de acicatearlos y apostrofarlos. Instaló signos de interrogación, esparció escepticismos sobre la escena nacional, como si hubiera decidido ser la voz trágica de la nación.
¿Desde dónde escribe Ezequiel Martínez Estrada su libro "Radiografía de la Pampa": el ensayista, el narrador, el periodista?
Supongo que lo escribió con desolación malhumorada. Es un libro de crisis personal y política, pues se entrecruzan su adiós a los versos con el golpe del general Uriburu a Yrigoyen en 1930. Cuando ese libro áspero e imponente se publica (1933), Martínez Estrada tenía 37 años, y se lo conocía como poeta, pero de allí en más sólo escribirá ensayos, o sea, se transformó en "pensador" y su única obsesión será el destino de la Argentina, al que pronosticaba aciago.
Diría que en ese libro ya están presentes los rasgos metodológicos y argumentales que harían tan reconocibles a sus obras ensayísticas: la vivencia entristecida de la nación, la melancolía lóbrega, el desprecio por lo falso, la suposición de que civilización y barbarie son una y la misma cosa, la búsqueda de las fallas históricas del país, la idea de que nuestra identidad nacional es débil y vulnerable y además plagada de ilusiones infundadas y de frustraciones no confrontadas.
Rechazó al peronismo y luego el golpe del 55; en una carta a un amigo dice: "no hay otra salida que la vuelta de Perón".
Así es, fue un extraño antiperonista que percibió que Perón había sido un gobernante superior y preferible a sus adversarios del momento y sobre todo a quienes lo derrocaron. En la historia de las ideas argentinas quedó ubicado en el anaquel de los antiperonistas, debido a que sólo se ha tenido en cuenta una obra específica, "Qué es esto", por cierto un título inmejorable para un libro sobre el peronismo.
Pero ese libro, publicado a pocos meses de la caída de Perón, ha de ser contrastado con los numerosos artículos posteriores que escribió en periódicos y revistas, y en los cuales revalorizó el fenómeno peronista. Comprende que el peronismo había llegado para quedarse, y podía perdurar cien años más, porque significaba, para él, el resurgimiento de problemas nacionales antiguos e irresueltos.
¿Podría hablarse de un Martínez Estrada tercermundista, dado su interés por los pueblos sojuzgados por el colonialismo?
Sí, lo hubo. Si bien de joven adhirió a los ideales del "americanismo", o sea el antiimperialismo de esa época, de grande irá abandonando los rastros de liberalismo que compartía con miembros de su generación y se volvió un pensador "tercermundista". Fue contemporáneo de los procesos de descolonización de los países del Asia y el África, justificó sus luchas, y la Revolución Cubana potenció un costado jacobino de su pensamiento y de su personalidad.
Fuente: Télam