Y amplió: "Todos los años organizamos una semana de un país invitado. Decidimos que este año sea Argentina porque a la gente de aquí le encanta la cultura del mundo y saben que tiene una diversidad cultural muy importante. Desde hace dos años teníamos en mente realizar esta actividad".
"Estamos muy satisfechos con la gran asistencia de artistas argentinos -apuntó-. Nuestro público es muy receptivo a los distintos referentes que han llegado a la ciudad. Es una plataforma original que presenta muy bien la diversidad cultural argentina".
La recepción del público chino a la que se refiere la presidenta del Festival, el más importante de Asia Continental, no sólo se ve reflejada en la gran cantidad de personas que concurren a los teatros para ver diversas formas de arte argentino, sino también en la voluntad creciente de asimilar esas obras y convertirlas en patrimonio de su propia cultura.
Un claro ejemplo es la fascinación, cada vez mayor, por el tango, género abordado por varios de los artistas invitados y que en los chinos parece tener un efecto hipnótico, que los ha llevado a construir muchas academias de baile y a formar orquestas típicas, con estéticas y propuestas similares a las que se pueden ver en Buenos Aires.
En ese sentido, Shanghai, con más de 20 millones de habitantes, un impresionante desarrollo financiero y turístico, un posicionamiento ejemplar en cuanto al crecimiento económico y un evidente interés por el progreso empresarial, no ha perdido nunca de vista la actividad cultural, generando, junto a los rascacielos multinacionales, muchos teatros de vanguardia.
Varios de estos teatros, que siguen una lógica futurista evidentemente irrefrenable, han sido sede de los espectáculos del festival: el Shanghai City Theatre, un espacio que combina lo tradicional y lo popular; el Shanghai Oriental Arts Center, que se abre al cielo con la forma de una mariposa, o el Jing An Kerry Centre, un moderno shopping que incluye galerías de arte.
Shanghai es la gran capital económica de China y viene hace tiempo compitiendo con Hong Kong por ser la mayor urbe del país. Su explosión se dio en la década de los 90, gracias a ciertas reformas que la convirtieron en la ciudad del futuro, con enormes empresas, autopistas y rascacielos, pero también con mucha polución, transito caótico y pobreza.
Una de las síntesis perfectas de la ciudad quizás sea el Pudong, un distrito de la ciudad, acaso el más futurista, levantado en tan sólo 20 años, frente a la tradicional zona europea del Bund, a orillas del río Huangpu. El Pudog presenta un impresionante panorama de construcciones vanguardistas, que representan el centro de negocios por excelencia de China.
Sin embargo, detrás y por debajo de esta urbe comunista atravesada por el capitalismo, casi como en un sueño de George Orwell, aparece otra ciudad, la que algunos llaman "the real Shanghai", poblada de ferias, vendedores ambulantes, miles de ciclistas, puestos de comida callejeros, tiendas de todo tipo y jovencitas que ofrecen su cuerpo como única salida laboral.
En esa otra ciudad, acaso la más real, se puede visitar un lugar tan amado como odiado por los habitantes: el Museo del Primer Congreso del Partido Comunista Chino, que incluye una impresionante reconstrucción del encuentro entre los líderes del Partido, donde un joven Mao Zedong sentaba, clandestinamente, las bases para la Revolución.
Fuente: Télam