Sin poder precisar exactamente la cantidad, se pudo estimar entre unas 50.000 almas las que asistieron a la plaza, desde distintos lugares a venerar la imagen de la Virgen.
Como de costumbre, la Virgen fue trasladada por las calles de esta capital, desde la plaza del Maestro hasta el frente de la Catedral Basílica donde se coroló la ceremonia con la eucaristía y las palabras del obispo Elmer Miani pronunciadas ante una verdadera multitud. En su discurso, el canónigo instó a las autoridades gubernamentales a que haya esfuerzos variados en un proyecto que beneficie a todos, y en particular a los pobres, desocupados e indigentes, por encima de los intereses sectoriales que terminan sirviendo a unos pocos. Impulsados por la caridad, que es el vínculo de la perfección, bajo la guía luminosa de maría, luchemos por el bien de todos, para que la vida compartida en la tierra sea el anuncio de la eternidad en el Cielo