En su primera juventud, Vallejo trabajó en las oficinas de un ingenio azucarero y allí tomó contacto con la cruel realidad del trabajo esclavo de los indígenas.
Hacia 1913 se desempeña como docente y, en 1915, termina sus estudios como bachiller en Letras. En 1919 publica su primer poemario, "Los heraldos negros" que lo proyecta hacia un estilo propio, desestructurado, y con disrupciones lingüísticas.
La presencia de un imaginario religioso, el cuestionamiento a la pasividad y el acatamiento gregario, la proclama ante lo sagrado y el rescate del martirio muestran en estos poemas "el gesto profanado en la poesía", como escribe Lespada, pero también las imágenes vallejianas e incluso sus omisiones que afectan y deconstruyen el discurso de la resignación.
Los postulados estéticos de Vallejo se rebelan contra el estatuto de una creación literaria estereotipada y conformista, con un lenguaje lo más "desaltildado" posible, generando en su poesía algo más que reminiscencias católicas y románticas.
La total rebelión frente a las convenciones líricas adquiere cuerpo con Trilce, publicado originalmente en 1922. En 77 poemas sin títulos, sólo numerados con connotación romana, Vallejo abraza el ideal creativo de la libertad, con neologismos como el mismo título del libro lo indica, alteraciones espaciales y temporales, cambios arbitrarios, escritura vertical o al revés, juegos, repeticiones y arcaísmos.
"Son todas las transgresiones gramaticales imaginables en medio de la conjunción de los registros más disímiles, aún las experiencias más radicales de Trilce, Vallejo no corta nunca las amarras con el mundo", dice el prologuista sobre esta poesía que forja una propia e intransferible gramática, pero con una carga referencial donde rescata restos de la oralidad popular y referencias mundanas.
En 1923 Vallejo viaja a Europa y no regresa nunca más a Perú; desde 1927 colabora en Amauta, la revista que dirige su amigo José Carlos Mariátegui, y conoce a la poeta Georgette Philippart, compañera hasta sus últimos días y a quien el mundo le debe la difusión de la obra vallejiana.
Por esa época articula su cristianismo rebelde con una ferviente adhesión al marxismo, que se puede corroborar en crónicas y ensayos reunidos en "Contra el secreto profesional" y "El arte y la revolución". "El arte no es un medio de propaganda política, sino el resorte supremo de creación política", sostuvo Vallejo en polémicas con Diego Rivera.
Muere en abril de 1938 como consecuencia de una vieja afección al paludismo y todos sus poemas producidos durante su estancia en Europa se publicaron póstumamente, gracias a la tenacidad de su viuda, quien en la tumba de su marido en Montparnasse hizo grabar el epitafio "He nevado tanto para que duermas".
"Cuanto más personal es la sensibilidad del artista, su obra será más universal y colectiva", manifestó el poeta en 1929, ese hombre libre y formal rebelde que nunca respondió al tono de su época y que está considerado entre los más grandes innovadores de la poesía del siglo XX.
Fuente: Télam