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Jueves 24 de Abril de 2025
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¿Quién sabe adónde va la noche?

En Nadie sabe adónde va la noche, la poeta, narradora y crítica literaria Beatriz Vignoli saca a un personaje a la ventura de perderse una noche en la ciudad, entre fantasmas, recuerdos, amigos de paso, prostitutas, sostenido por un bagaje cultural que de poco sirve en esa frontera, Ricardo Rojas acaso entienda que la noche también puede ser una metáfora.
El libro, publicado por las ediciones Bajo La Luna, sucede en Atopía, ciudad paralela a Rosario, donde ni las utopías ni las distopías parecen tener lugar.

Vignoli nació en 1965 en Rosario. En 1992 empezó a publicar un largo relato (DAF) en Rosario/12, y desde entonces no se detuvo: Almagro, Viernes, Itaca, Soliloquios, Es imposible pero podría mentirte son algunos de sus títulos.

Esta es la conversación que sostuvo con Télam.

T: ¿Esta es la primera vez que usás para narrar la primera persona de un hombre?

V: No, no es la primera novela que escribí en la que la primera persona es la de un hombre. Ya usé esa forma de enunciación en DAF, que escribí mucho antes pero publiqué como libro siete años después que Nadie sabe adónde va la noche. Para lograr que sonara verosímil DAF, cuya voz es la de un hombre de mi misma generación y ciudad (Atopía, mi universo ficcional paralelo a Rosario), emprendí una breve investigación. Esta consistió en lecturas y encuestas (para ambientarme en las modas efímeras de diez años antes) y también en entrevistas a amigos de la adolescencia, quienes no sólo me contaron anónimamente secretos de sus vidas sino que además me sugerían ideas verosímiles para la autobiografía del personaje. Hay cierto humor sexual de secundario que de otro modo se me habría escapado. Sumé todo eso a confesiones espontáneas que recordaba. DAF tuvo muchas reescrituras y, entre versión y versión, excelentes revisores, como el bajista Miguel Navarro, el dibujante Chachi Verona y el escritor Jorge Barquero. Pero ese entrenamiento no alcanzaba para Nadie..., porque Ricardo Rojas es distinto a Dadá, más culto aún. Allí lo que vino en mi ayuda fue la tradición literaria, en especial dos autores: Vladimir Nabokov y Philip Roth, quienes revelan mucho de la intimidad masculina en sus obras. También le pregunté a un amigo porteño por los protocolos del burdel. Usé además anécdotas familiares; por ejemplo, al comienzo del libro hay un homenaje detallado al arma literal de mi abuelo paterno. Y no hay que olvidar que todo el tiempo, mientas escribía la novela, sonaban en mi computadora primero Leonard Cohen y luego Beck. Al porcentaje restante de ese drag king show literario lo paga esta mujer. Vamos a medias.

T: ¿Y le creerías a un tipo que te cuenta semejante historia? A mí me hizo acordar a Después de medianoche, de Martin Scorsese.

V: No sé, yo les creo todo... en cuanto a las influencias, además de ese film tragicómico de Scorsese, sobre los descensos hay toda una tradición que amo. Leí en inglés hace mucho ese cuento de Raymond Carver, no recuerdo el título pero es famoso, uno donde él vuelve borracho, hecho una piltrafa y sin reloj. Y leí la nouvelle de Dostoievski, Apuntes del subsuelo, y vi su eco cinematográfico teatral, Leaving Las Vegas. Además hay dos películas precisas. Una es Pepi, Lucy y Bom (donde a las protagonistas les toca ida y vuelta el mismo taxista, que es Pedro Almodóvar, el director del film) y la otra es el tramo final de Night on Earth, de Jim Jarmusch. También está la vida real, que no es poca.

T: El fraseo es muy preciso. Es una noche que suena a medida que avanza.

V: Empecé sin saber muy bien qué contar, eran nada más que viñetas, algo así como un diario personal, y de pronto cuando me quise acordar estaba escribiendo el diario de otro: una especie de El Principito para grandes, con bares en lugar de planetas. Después quería contar una pelea, meterlo realmente en problemas a Rojas, pero la fui pateando para adelante y al final nunca sucedió. El fraseo puede ser porque la escribí escuchando música; las canciones a las que aludo en el título, en el epígrafe y en una nota al pie, sonaban en realidad.

T: ¿Pensás que la noche de Rojas tiene algo que ver con la noche de la que habla Leonard Cohen?

V: Esta no es fácil. Pero se me ocurre que una vez que la cita de Cohen entra en la órbita de Rojas, algo se altera: la frase se refracta, se escande, se invierte y pasa de hablar de una noche personificada románticamente a hablar de esa noche en la que nadie sabe a dónde va.

T: Cinco autores que nunca dejarás de leer.

V: Jacques Lacan, Sigmund Freud, Clarice Lispector, Charly García y yo.

Fuente: Télam

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