La plaza Juan Francisco Borges del barrio Huaico Hondo se vio desbordada por miles de peregrinos que llegaron desde diferentes puntos de la ciudad e incluso de pueblos y ciudades del interior provincial, movidos por su profunda fe. Al frente de la iglesia que lleva el nombre de la Virgen se levantó un escenario gigante en el que se ubicó el altar mayor donde el obispo de la Diócesis de Catamarca, monseñor Luis Urbanc, presidió la misa que concelebraron su par santiagueño, monseñor Francisco Polti, y su obispo auxiliar, monseñor Ariel Torrado Mosconi.
La imagen peregrina, portada por monseñor Urbanc, arribó a la ciudad poco después de las nueve de la mañana directamente hasta el altar levantado frente de la parroquia Virgen del Valle, donde la esperaban los fieles. A esa hora, la cola para tomar gracia superaba las seis cuadras. Los cánticos, las alabanzas y las oraciones animaban la espera, y a las once se celebró la Santa misa presidida por los obispos junto con el padre Roberto Figueroa y una decena de sacerdotes de la Diócesis de Santiago del Estero.
Uno de los momentos tocantes de la ceremonia se registró cuando monseñor Torrado Mosconi invitó a una abuela con su pequeño nieto para que, junto con las ofrendas del pan y el vino, entregara al pequeño, como símbolo de defensa de la vida.
Homilía
En su homilía, monseñor Urbanc, dijo: “Con gran alegría acogí la iniciativa de sus pastores de traer al encuentro de ustedes la imagen de la querida Virgen del Valle, para preparar de un modo inmediato sus corazones para la acostumbrada y piadosa peregrinación que hacen año a año a su Madrecita, tanto en la gruta de Choya como en su santuario, donde la honran, le agradecen y le piden”.
Ahondó sobre el pasaje leído en el Evangelio, acerca de la visita de María a su prima Isabel, sobre lo que dijo que en ese acto “el primer ser humano en reconocer la presencia de Jesús hijo de Dios, fue la criatura que saltó de alegría en el vientre de su madre Isabel. Un niño fue el primero que proclamó la presencia de Dios entre nosotros, es algo maravilloso”.
Destacó la humildad y la solidaridad de María que fue a brindar asistencia a su prima anciana, aún con la dignidad que le dio ser elegida para ser la madre del hijo de Dios.
“Hoy aquí, mañana en su sobrio camarín, y todos los días ante una imagen suya, le pidamos la gracia de tener un conocimiento claro y práctico de nuestra nada. Sabiendo de antemano que para arribar a esa meta, el camino es áspero y duro, como lo van a experimentar los peregrinos estos días. El camino, es el camino de las humillaciones que nosotros libremente aceptamos por amor y gloria de Dios y para nuestra propia santificación. Hermanos, con la ayuda de María, todo es más fácil y suave”, fue su mensaje final para los peregrinos.
Una lluvia de papelitos anunció el final de la Santa misa, y entre lágrimas, los peregrinos despidieron a la Madre del Valle bajo el sol abrasador de la siesta santiagueña.