La hora en que la mujer adquiere en el mundo una influencia, un peso, un poder jamás alcanzados hasta ahora. Por eso, en este momento en que la humanidad conoce una mutación tan profunda, las mujeres, llenas del espíritu del Evangelio, pueden ayudar tanto a que la humanidad no decaiga”.
Y así es, en efecto, porque la mujer sintetiza en sí los trascendentales valores de la bondad, de la belleza y de lo que en lo humano podemos llamar espiritual.
La bondad, por su innegable capacidad para comunicar humanidad, ternura, perseverancia y vida a todo lo que cae bajo la jurisdicción de su acción.
La belleza, por ser el misterioso vaso donde reposa la armonía de las partes y la composición del todo, depositadas por la mano poderosa y delicada del Supremo Artista que plasmó los cielos y la tierra, con el fin de recordarnos a todos que la perfección real y profunda ha de encontrarse en lo elevado y majestuoso, en la armonía eminente de la materia con el espíritu, en las obras guiadas por la regla infalible de la recta razón.
Lo espiritual, porque si la mujer no inyecta espiritualidad a la vida humana, toda la humanidad carecerá de esta nivelación de todos por lo superior.
Con ocasión de esta conmemoración, pues, animo a la mujeres a expandir la bondad, afianzar la armonía y promover la espiritualidad, para que todos nos veamos fortalecidos en el espíritu, construyamos una humanidad integral, implantemos una paz duradera y reiniciemos el camino de la prosperidad.
Y, en fin, confieso que celebro con gozo este día porque mujer es la esposa, la madre, la hija, la hermana, la novia; mujer es la provincia, la patria, la tierra y la Iglesia; mujer es María, la persona más grande y más excelsa salida de las manos del Señor.