Algo similar ocurre en Jujuy, donde el 1, antes de ir a misa, se preparan ofrendas para los muertos, y el 2 las familias se reúnen a cantar, bailar, comer y beber "lo que no comió el almita", según la tradición indígena.
El 1 de noviembre fue instituido en Roma en el siglo IV en honor a todos los mártires cristianos, conocidos y desconocidos, que no tienen una fecha propia en el calendario eclesial.
Al principio sólo algunos mártires y San Juan Bautista eran honrados un día especial, pero con las matanzas de Dioclesiano otros santos se fueron asignando gradualmente, hasta que el calendario no dio abasto para todos.
En palabras del papa Urbano IV (1260), el 1 de noviembre se va a la iglesia "para compensar cualquier falta de los fieles a las fiestas de los santos" durante el año.
El Día de Todos los Muertos nació en Francia, en el siglo X, cuando san odilo, abad del Gran Monasterio de Cluny, decidió extender a los pobres los "psalmi" o preces familiares que hasta ahí estaban destinados únicamente a gente de linaje.
Recién en el siglo XIV Roma adoptó esta celebración, que un siglo más tarde llegó a España y de allí, a América, donde se entroncó con las tradiciones indígenas.