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Jueves 24 de Abril de 2025
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Las perversiones ya no son lo que eran

En "Tres ensayos sobre la perversión. Figuras de la perversión en la clínica, el arte y la literatura", el psicoanalista Tomás Otero revisa las concepciones clásicas sobre el modo de aparición de las perversiones antes y después de la irrupción de las redes sociales en la esfera pública contemporánea, apoyándose en diversas obras artísticas menos para ilustrar la teoría que para hacerla avanzar.
El libro, publicado por la casa Letra Viva, tiene prólogo de Gabriel Lombardi, y estudia -en la estela abierta por Sigmund Freud y continuada por Jacques Lacan- diversas manifestaciones clínicas y refiere a los textos de Osvaldo Lamborghini, Alejandra Pizarnik y Andre Gide.

Otero es psicoanalista, artista plástico, ensayista y docente en la Universidad de Buenos Aires. Esta es la conversación que sostuvo con Télam.


- T: Una de las hipótesis de su libro es que la perversión ya no es lo que era. ¿Qué es lo que cambió?
- O: Lo que cambió -como cambian también la histeria, la obsesión o las psicosis- son las formas de presentación clínica. Ya no vamos a encontrar el hombre que abre su sobretodo a la salida de una escuela para causar el horror en alguna colegiala, pero sí estrategias que se apoyan, por ejemplo, en las nuevas tecnologías para hacer aparecer la mirada en el campo del Otro. Es necesario también despojarse de la idea de que el perverso sólo se entrega a despertar la angustia del partenaire. Lo que busca es la división subjetiva del Otro.


- T: ¿Entonces?
- O: El hecho de que la clínica actual carezca, para decirlo rápido, de los sádicos de la fusta, los masoquistas de las cadenas, los exhibicionistas del sobretodo o los voyeuristas del telescopio, no impide que nos encontremos con sus estrategias. Que asistamos a presenciar las claves que cada una de estas entidades que retomadas por Lacan han dejado como legado a las nuevas (de) generaciones de la perversión. De lo que decanta que la clínica de la perversión encuentra su resorte en la formalización lacaniana del objeto a real, del cual puede extraerse como corolario que se trata de una clínica de la voz y la mirada.


- T: Se suele usar "perverso" como adjetivo. ¿Por qué piensa que ese error se comete tan seguido?
- O: Me parece que el uso del término "perverso" como adjetivo está cargado de connotaciones morales o jurídicas que declinan en un uso reprobatorio del término. No obstante, si hay algo que nos enseñaron los "Tres ensayos…" de Freud, es que es imposible usar el término perversión en un sentido reprobatorio sin condenar a toda la especie humana. No es Freud el que nos arroja la especificidad de la perversión ya no como adjetivo sino como sustantivo. De las tres estructuras clínicas que se le atribuyen a Freud haber delimitado, sólo la neurosis y la psicosis alcanzan tal expectativa, quedando la perversión de propio cuño lacaniano.


- T: Las nuevas formas de vigilancia y las redes sociales, ¿provocan cambios en la envoltura formal de la perversión?
- O: Los nuevos dispositivos de videovigilancia provocan cambios en la envoltura formal de la perversión, como lo trabaja Gérard Wajcman en "El ojo absoluto", donde explora cómo la ciencia y la técnica vuelven a fabricar a ese gigante griego de mil ojos, Argos panoptes, para quien no hay acción humana que caiga en un punto ciego de su vigilancia. Estas tecnologías se ponen al servicio de las presentaciones de la perversión, sobre todo aquellas dónde lo que está en juego es el objeto mirada, fundando nuevas formas clínicas del exhibicionismo y del voyeurismo.
Me parece que la proliferación rizomática de las redes sociales altera y modifica la subjetividad en general y también a la perversión. En cualquier caso, como decía Lacan, "que renuncie aquel que no pueda unir en su horizonte la subjetividad de su época". Pero cuidado, porque creo que esa frase fue mal interpretada: ser contemporáneo no es estar sumergido en nuestra época, sino, como dice (Giorgio) Agamben, quebrar las vértebras de nuestro tiempo y hacer de esa fractura el lugar de una cita entre el pasado, el presente y el porvenir. Es en este sentido que creo que el psicoanalista tiene que ser contemporáneo: para leer los signos de esa fractura, no sólo en la perversión, sino también en las demás manifestaciones clínicas.

Fuente: Télam

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