"Lispector rompe con los preconceptos y estructuras de la crónica. Si uno trata de organizarlas sería titánico e inútil, no alcanzarían los inventarios para organizar sobre qué escribía", arrancó Solans, prologuista y traductora de "Descubrimientos", la segunda parte de las crónicas publicadas por Adriana Hidalgo en Argentina, y que ya va por la segunda edición.
El escenario de esta celebración en torno a la autora de "La hora de la estrella" fue la librería Libros del Pasaje, en Palermo, donde el público -mujeres en su mayor parte- acudió a escuchar esta "arqueología" de las crónicas y a Ana Luz Kallsten, una joven actriz que leyó los textos "Cien años de perdón", "Enigma", "Mientras ustedes duermen" y "Hola Chico".
Lispector (Ucrania 10 de diciembre de 1920 - Río de Janeiro, 9 de diciembre de 1977) ya definía su estilo como un "no-estilo". Comenzó escribiendo crónicas periodísticas en los años 40 para un diario de Campinas; y en los 50 su amigo Rubem Braga, considerado por Clarice como el "inventor de la crónica", le pidió que escribiera la columna "Entre mujeres", que firmó con los seudónimos Ilka Soares y Helen Palmer.
Este recorrido fue esencial y, sin embargo, Clarice alguna vez dijo: "No soy periodista, no sé qué es una crónica´". Solans toma el guante de la escritora y se pregunta: "¿Era una cínica? Pues no, ella no podía pensarse más que como una escritora de ficción. Su estrategia era contarnos un cuento".
"Vale señalar -continuó- la libertad genérica que reina en toda la literatura y precisamente por esa inestabilidad y precariedad genérica es que sus crónicas se vuelven una especie de panóptico y permiten, de modo radial, hacer visible y echar luz sobre el resto de su obra".
Estas 468 crónicas fueron reunidas originalmente en Brasil en 1984 en un solo tomo llamado "A descoberta do mundo"; en Argentina Adriana Hidalgo publicó este libro en dos partes: "Revelación de un mundo" (2004), que ya alcanzó la quinta edición, y seis años después "Descubrimientos", que va por la segunda.
En el Jornal do Brasil, sustento económico de Clarice por esos años, "utilizaba esa columna semanal para cuestionar el género que creaba día a día. La crónica operaba también como cuestionadora del sujeto que narra. En su universo, lo doméstico, lo insignificante, incluso lo banal, se vuelve tema y problema", contó la traductora.
"¿Crónica es relato? ¿Conversación? ¿Resumen de un estado del espíritu? No sé, pero antes de empezar a escribir para Jornal do Brasil, solo había escrito novelas y cuentos (...), enseguida me morí de miedo", dejó en claro la autora en una de sus crónicas.
En "Viaje por mar" (1971) cuenta que lo llama a Braga: "Rubem, no soy cronista y lo que escribo se está volviendo excesivamente personal, ¿qué hago?", y él le contestó: "Es imposible, en la crónica, dejar de ser personal". Entonces Clarice decide empezar por el recuerdo de sus viajes por mar.
"Pero extrañamente -subrayó Solans- no cuenta nada, sino lo que comió, lo que no, lo que hacía su niñera. No cuenta lo que al principio promete que va a contar. Podemos ver su astucia, es imposible ignorar este juego".
Este recreo no es más que el propio diálogo de la escritora con aquella crónica colonial de viajeros, "la fundadora por excelencia del género, aquella que era capital a la hora de tomar las decisiones de los imperios, esas que debían ser exhaustivas y precisas", explicó la especialista.
Sin embargo, Lispector ante semejante exhuberancia "da vuelta la lente, mira lo microscópico, la comida, el niño que llora. En lugar de contar la realidad, de ser mimética, ella envuelve el fragmento, es emblemática también y no es inocente", aclaró.
Mientras las crónicas de su época daban cuenta de los efectos de la modernidad, Clarice veía un rincón, observaba un taxi, se adueñaba de una calle, robaba una rosa, describía una lapicera o mejoraba un diálogo con su empleada. "Logra partir de lo ínfimo y lo lleva a dimensiones metafísicas, religiosas, de una belleza profunda", analizó la traductora.
Clarice entronizó el arte con su vida personal, no existía para ella tal dicotomía que afiebraba los debates de su momento. "Entraba en esa cuestión de la mano de lo doméstico, no planteaba arte versus vida como otros, Lispector logra amigar esto, se lo pregunta pero con su escritura borra ese campo de batalla y genera algo más agrande, armonioso y amalgamado".
Finalmente, ¿sus crónicas son ficciones?, preguntó alguien del público. "Sí, para Clarice en el universo de la crónica todo vale, aun en un episodio doméstico, no hay distinción de género. Clarice es tan abarcativa como inabarcable", respondió Solans.
Por estos días, los amantes de Lispector podrán encontrar una variedad de su obra y de su vida como la biografía "Clarice, una vida que se cuenta", de Nadia Battella Gotlib (Adriana Hidalgo), y en breve aparecerán la novela "La ciudad sitiada" y los cuentos "La bella y la bestia" de la Biblioteca Lispector de Ediciones Corregidor.
Fuente: Télam