“Nuestro combustible es la fe hacia el Señor de los Milagros. Él nos da la fuerza en cada paso que damos para seguir adelante y cuando llegamos a su santuario nos pasa el cansancio; es como si nos diera la bienvenida y nos llenara de paz”, contó a EL LIBERAL un peregrino, en un intervalo de su caminata a la altura de la localidad de Beltrán, intentando describir la experiencia religiosa de marchar guiados y protegidos por una bendición que se siente a cada paso.
Para este peregrino, “la ruta se convierte en milagrosa y Dios nos envía a sus ángeles para protegernos si necesitamos algo”, porque ante cualquier inconveniente “siempre aparece un corazón solidario para socorrernos”.
Algunos de los caminantes eligen el trayecto de la ruta 34, mientras que otros optan por el alternativo camino de la vieja ruta 34, hasta la localidad de Fernández, ya que la consideran más segura y con menos tránsito peligroso.
Las historias se multiplican y en cada una de ellas se vislumbra el agradecimiento y la devoción de un pueblo que mantiene la tradicional procesión a Mailín, y salpica de fe a argentinos de diversos puntos del país que también llegan para la gran fiesta.
“Salí a las siete de la mañana. Hace 26 años que camino a Mailín cumpliendo promesas para mi familia. Hace unos años mi hija de 14 años estuvo muy mal, la tuve en terapia intensiva por un accidente de motos”, relató José Luis Pamolino y agregó: “La fe santiagueña no flaquea, año tras año se observa cómo sigue intacta y cada vez se nota más”.
Cada relato intenta ser un fiel testimonio de los milagros del Señor, como el de Rafael Rodríguez y Julio Leiva, dos jóvenes que prometieron llevar juntos hasta el pie del santuario el agradecimiento de sus familias por haber conseguido trabajo y preservar la salud de todos los integrantes. “Es la sexta vez que vengo, lo hacemos por una cuestión de experiencia, cumplimos promesas y le agradecemos a Dios las cosas que nos da diariamente, el trabajo y la salud”, dijeron los peregrinos de la ciudad de La Banda.
Solidaridad
{adr}Muchos de los testimonios encontrados en el primer tramo del largo camino a Mailín coincidieron en que la solidaridad se apodera de las rutas y de los caminos. “Se camina con mucho sacrifico, pero se conoce gente, es una emoción grandísima compartir historias de vida y la misma meta de llegar”, sostuvo una mujer quien manifestó que “cuando se llega al objetivo se siente una emoción grandísima y muchas ganas de llorar”.
Su compañero expresó: “Hace 15 años que camino y la primera vez lo hice para cumplir una promesa, pero los años siguientes fue devoción, es algo extraordinario y una enorme emoción”.
