Ese carácter particular se expresa a través de ralentis, sobreimpresiones, tomas aceleradas y otros recursos mecánicos y fotoquímicos propios del cine, que contradicen la realidad tal cual la percibimos cotidianamente, dando pie a otro universo donde el tiempo puede contraerse o dilatarse, lo inanimado puede cobrar vida o la vida detenerse y volver a andar.
Se trata de los mismos mecanismos que el propio Epstein, contemporáneo de otros vanguardistas como Abel Gance, Marcel L'Herbier y Germaine Dulac, puso en práctica en varias de sus películas, entre las que se destacan "El espejo de tres caras" (1927), "El hundimiento de la casa Usher" (1928), inspirado en el relato homónimo de Edgar Allan Poe, o la magistral "La tempestad" (o "El domador de tempestades"), de 1947.
Epstein debutó como cineasta en 1922 con "Pasteur", biografía del inventor de la penicilina, y a partir de allí desplegó una abundante obra en la que algunos filmes industriales y convencionales daban paso a otros mucho más personales y arriesgados, deudores del cinetismo y de la vanguardia "impresionista" francesa, donde puso en escena algunos de sus postulados teóricos.
En "El hundimiento de la casa Usher", por ejemplo, el autor hace una extraordinaria utilización del ralenti y de la poesía autónoma de las imágenes, que se detienen y se desdoblan en dos o muchas más sobreimpresiones, creando así su propio código expresivo, siempre alejado del realismo y afín a una representación mágica de lo cotidiano.
"La variancia del tiempo cinematográfico y la interdependencia que lo une a su espacio, implican incesantes transformaciones correlativas de todas las apariencias situadas en ese continuo de cuatro dimensiones. Esta relatividad se traduce por la ruptura y por la confusión de todas las clasificaciones que parecen fundamentales e inmutables en el universo extra-cinematográfico", escribió Epstein.
Y destacó que "según los diferentes valores momentáneos que adquieren las dimensiones del espacio-tiempo, la discontinuidad puede volverse allí continua o la continuidad discontinua, el reposo producir movimiento y el movimiento reposo, la materia adquirir espíritu o perderlo, lo inerte animarse o lo viviente mortificarse, lo aleatorio determinarse o lo cierto perder sus causas".
En otro pasaje de su breve pero intenso libro, Epstein advirtió que gracias a la inteligencia de esa máquina llamada cinematógrafo y creada por los hermanos Lumiére en 1895 "los fines pueden mutar en orígenes y las verdades evidentes en absurdos percibidos como tales de manera no menos inmediata".
Se trata de una serie de textos articulados en 12 ejes temáticos (editados por Cactus para su serie Perenne), entre los que se destacan "El tiempo intemporal", "Ni espíritu ni materia", "El azar del determinismo y el determinismo del azar", "El revés equivale al derecho", "Filosofía mecánica", "Relatividad de la lógica", "La ley de las leyes" e "Irrealismo".
En todos ellos, Epstein despliega reflexiones filosóficas y estéticas cercanas a un relativismo -concepto que sostiene que los puntos de vista no tienen verdad ni validez universal, sino sólo una validez subjetiva y relativa a los diferentes marcos de referencia- que pone en tela de juicio las teorías físicas "normales" que consideran que el mundo físico es objetivo y se rige por reglas inmutables.
El cineasta sugiere en esos textos la posibilidad de la existencia de otro mundo que no percibimos, una realidad paralela, dueña de otras reglas y leyes físicas, que si bien parecería ser sólo una utopía tomada de algún filme de ciencia ficción, tiene su demostración objetiva en algunas de las cosas que el cine le permitía hacer.
Las supuestas imposibilidades que la máquina cinematográfica hace realidad, como sobreimprimir imágenes, detenerlas, acelerarlas, ralentizarlas, y así darle vida y movimiento a cosas aparentemente inanimadas, o incluso convertir en piedra a seres vivos, llevó a Epstein a convertirse en un cineasta único y revolucionario, pero también en el dueño de una teoría donde el séptimo arte abre la puerta hacia otra dimensión.
Considerado como uno de los primeros teóricos sobre el cine, Epstein escribió más de once volúmenes e innumerables colaboraciones en revistas, fundó la revista literaria Promenois y Bonjour, cinema!, una de las primeras revistas dedicadas a la historia del cine.
Autor de numerosos ensayos y de varias novelas que fueron apareciendo desde los años veinte, Epstein entró en contacto con miembros del movimiento surrealista como André Breton y, sobre todo, con Luis Buñuel, quien trabajó como ayudante de dirección en varias de sus películas antes de debutar como cineasta, junto a Salvador Dalí, con "El perro andaluz" (1929).
Fuente: Télam