A las 11 en punto, la voz de monseñor Luis Urbanc, obispo de Catamarca y oriundo de Trancas, se hizo oír a través de los parlantes de manera clara y convincente para llamar a la misa central de la solemnidad de la Virgen de Lourdes. En su homilía, durante la cual habló del sufrimiento y del dolor en el mundo, monseñor Urbanc exhortó a las autoridades a poner los bienes de la Provincia a disposición de los más necesitados y a ayudar a los que más sufren. También le habló a los fieles a quienes instó a "pasar de ser meros habitantes, sólo números, a ser ciudadanos comprometidos".
La caravana de fieles trepando hacia la gruta parecía interminable. Llevaban paraguas y abrigos livianos para protegerse de la lluvia. Algunas mujeres lloraban de emoción. Los hombres iban cabizbajos y reflexivos. Peregrinos, enfermos y escépticos saturaron el predio y se unieron en una sola oración para hablarle a la Virgen. Después de la misa, los fieles quedaron con las rodillas mojadas, porque nadie "se achicó".
"Un pedazo de cielo"
"Esto es lo mismo que cuando vas a decirle a una chica que la querés. Eso pasa cuando vas a la Virgen aunque llueva, te jugás si la querés; lo mismo hace la gente. Acá hay un pedazo de cielo", expresó emocionada Silvia de Pérez, de la Fundación Gruta de Lourdes. Margarita Seifo llegó a la gruta en su silla de ruedas -se quebró- y dijo que estaba conmovida por la habilidad de los jóvenes que se acercaban a ella a preguntarle si necesitaba ayuda.
Mercedes Lizárraga, en cambio, fue sólo por curiosidad y no por devoción. Estaba con sus amigas veraneando en uno de los campings de la villa y quiso ir. Quedó impresionada ante el fervor de los fieles, confesó. En la zona de los merenderos ubicados en un predio lindante con el de la gruta, los peregrinos se sentaban a tomar mate, descansaban un poco, y emprendían el camino de regreso. Por la noche volverían para participar de la procesión de antorchas que se reiteró ayer desafiando la lluvia.
En la plaza central y alrededores se veía visitantes en todas partes. Los bares estaban llenos y había muchas combis que trasladaban pasajeros de un sitio a otro. "La gente busca respuestas para sanar su interior. La devoción no es algo turístico, sino religioso", dijo el padre Alejandro Maceda, párroco de San Pedro.
Fuente: lagaceta.com.ar