La muestra denominada “Fan Boys” en alusión a sus propios creadores, propone una mirada irreverente y plagada de ironía a esos personajes que han poblado la infancia y adolescencia de muchos, pero que no han quedado en un pedestal, sino que son intervenidos por los artistas desde una “adoración profana”.
Dibujos, objetos e intervenciones dedicadas a personajes tan disímiles como Darth Vader, Blancanieves, Astroboy, Tintín y la rana René forman parte de la propuesta artística que Peisiño y Piñero darán a conocer al público catamarqueño.
Los creadores de “Fan Boys” estarán presentes durante la inauguración para conversar con quienes se acerquen a participar de la apertura de esta muestra que cuenta con el auspicio de la Secretaría de Cultura, la Municipalidad de la Capital, el Instituto Provincial de la Vivienda, Catamarca TV Pública, el Prodernoa y la revista digital A vos Ciudad.
Sobre los artistas
Pablo Peisino y Gustavo Piñero son cordobeses, han estudiado en la Facultad de Artes de la UNC, incursionado en el arte visual y audiovisual, e integrado el colectivo de experimentación artística “Flia Lovera”.
Sus obras integran colecciones de museos e instituciones tales como el museo provincial de Bellas Artes de Córdoba Emilio Caraffa, el museo municipal de Córdoba, Genaro Pérez, el Centro de Arte Contemporáneo Chateau Carreras, la Fundación ArteBA y colecciones particulares.
Ambos han realizado numerosas muestras individuales y colectivas, en el país y en el exterior, y han recibido varias distinciones.
Piñero fue reconocido con el premio regional de dibujo del Salón Osdeen 2005, el Premio a 10 jóvenes sobresalientes, de la Bolsa de Comercio de Córdoba, 3° premio salón de jóvenes artistas del Palais de Glace, en 2002, entre otros reconocimientos.
Por su parte, Peisino obtuvo el 1º Premio XXVI Salón y premio “Ciudad de Córdoba” en la categoría Arte Objeto y el 3º Premio “Orígenes al arte joven” ArteBA en 2003, entre otras distinciones.
Fan Boys: La venganza de dos nerds *
Hipnotizados por la devoción que sólo el fan más extremista reconoce (el fanático), Pablo Peisino y Gustavo Piñero han decidido por fin exponer –además de sus obras, por supuesto- su condición incondicional de artistas-oyentes, artistas-lectores, artistas-televidentes, exhibiendo a las claras esas famosas “influencias” por las que todo el mundo pregunta, haciéndose cargo de una vez por todas de su rol de auténticos artistas-fanáticos o fanáticos-artistas, personificación doble más que nada porque una entidad no puede existir sin la otra: su adoración (siempre profana, pop-fana) no está exenta de obsesivas perversiones, esas que “intervienen” la imagen sagrada con inesperadas mutaciones que un mero fan nunca incitaría: para comprobarlo, no basta más que atestiguar (y contemplar, y admirar en detalle, como el flamante fan de una nueva iconografía que nace) ese Darth Vader ebrio a punto de eructar con su voz robótica, o ese Tintín sospechoso mascando coca como si lo hubiera hecho siempre. Por eso, nada más lejano que el reciclaje nostálgico, la lánguida mirada atrás de un niño-artista hoy extinguido. No. Lo de los Fan Boys Peisino-Piñero es un fanatismo dado vuelta, el lado oscuro o al menos íntimo o secreto de cualquier fantasía hecha realidad, o al menos obra, y allí siguen emergiendo –como los tesoros cuidadosamente guardados y recién extraídos de un ático húmedo y sombrío- esa Blancanieves demoníaca con ojos de calavera o esa Rana René más antropomorfa que nunca, mucho más humana que rana (y es que la muestra también trata sobre el ser fan, sobre el extraño amor del que recurre a la máscara y el disfraz para volverse otro, o el saberse todos los capítulos de memoria, o el haber completado la ansiada colección). Desde Obélix hasta Bukowski, de Tyrion Lannister a la Mona Jiménez, de Riquelme a Astroboy, Piñero-Peisino conciben su propia constelación nerd por fuera de sus bolsas de celofán, haciéndole honor también al antihéroe irrecuperable, al coleccionista solitario, al peregrino de comiquería, al loser catódico, ese que mira desde el otro lado al cowboy, la heroína, el escritor maldito, y piensa un día en vengarse del mundo homenajeando a sus ídolos indefinidamente, haciéndolos dibujos, bordados, instalaciones, renacidos objetos de culto de un aura límpida y extrañada, para ser así el Fan Boy más fiel, el más jugado, el que tal vez ahora merezca, también, un nuevo Fan Boy acechando por ahí cerca.
