El profesor sostuvo que “el prócer limita, convierte en ajeno a un hombre que no debería perder nunca su condición de humano” y que “durante 1976, la dictadura estuvo en la mira”. Habló luego de la “tozuda predisposición de los distintos tipos de organización estatal en ejercer formas de control sobre la prensa”.
Perea recordó que una de las primeras decisiones de la dictadura a partir de 1976, fue intervenir a los medios de comunicación del país. “La censura ya se venía ejerciendo en nuestro país de forma disciplinada desde hacía mucho tiempo”, sostuvo. Manifestó además que en este periodo en especial “el tipo específico de Estado dictatorial se plantea silenciar de manera definitiva cualquier voz alternativa”.
El historiador aseguró que “es importante destacar que cierta lógica de continuidad del ejercicio de la censura, en 1976 se ejerce también una novedad”. Explicó que esto ocurre porque la primacía de ciertos discursos “alimenta la ilusión de que el discurso totalitario es compartido universalmente. A pesar de que se construye sobre el silenciamiento de otras voces, pareciera que cuando este discurso se convierte en hegemónico a partir del ejercicio de la fuerza, todos los actores sociales lo comparten. Es una ilusión porque el sistema sabe que no es así y por lo tanto debe ejercer cotidianamente su capacidad de control de esos discursos que son silenciados”, explicó.
En este sentido sostuvo que “si el silencio es la norma, el ocultamiento de las voces implica la certeza de que los cuerpos generadores, de lo que no se dice, tampoco están y que tampoco estuvieron alguna vez”.
El facultativo indicó que “la censura sobre la palabra y el verbo es otra forma de tortura impuesta sobre el cuerpo social”. Dijo además una de las profesiones que sufrió con mayor fuerza la desaparición, la tortura, y el exilio de los integrantes de sus gremios, fue el periodismo. “Pero no solo fue por su condición de periodistas, porque esto no bastaría –aclaró- sino porque además de ser periodistas eran trabajadores comprometidos con su contexto social e histórico”.
Desde 1976 a 198 “el terror fue una de las dimensiones básicas de la vida colectiva y este terror se definió necesariamente en el horizonte en el cual se desencadenó la experiencia de todos los argentinos”, indicó Perea. “Nos debemos bastante los argentinos como análisis, como reflexión profunda en torno a la dictadura de militar de 1976 a 1983. Nos debemos una tarea muy ardua, trabajosa de recuperación de la memoria (…). Es posible recuperar voces que en un contexto determinado empezaron a construir de manera pequeña, microscópica quizás, distintas estrategias de resistencia. Son las que podemos encontrar en las editoriales, en los artículos periodísticos por ejemplo del diario La Unión anteriores y posteriores al Golpe de Estado de 1976 en las cuales podemos encontrar inclusive algunos clérigos homenajeados hoy”, enfatizó el profesor.