El lunes, su hija Sofía (nombre ficticio), salió de la Universidad Nacional (Unse) con una compañera; se separaron en calle Dorrego y 24 de Septiembre, y la hija del policía empezó a caminar hacia el norte por la segunda arteria. Eran aproximadamente las nueve de la noche; iba a tomar un colectivo para volver a su casa.
Tomó por calle 24 de Septiembre, hacia el norte. Esa noche, según los archivos del Servicio Meteorológico, la temperatura había descendido bruscamente y el termómetro se estancó en los 10 grados, por lo que no había mucha gente pululando por la ciudad.
La joven, de 23 años, caminaba rápido, quería llegar a su casa para guarecerse del frío, pero 50 metros antes de llegar a la calle 3 de Febrero, sintió que alguien le manoteaba el bolso desde atrás. Sofía se dio vuelta, vio dos hombres, pero no pudo registrar más detalles; apenas levantó la cabeza, recibió un puñetazo en la cara.
La muchacha cayó al piso, y uno de los maleantes, que llevaba puesto un buzo amarillo, con franjas negras, se le tiró encima. Mientras intentaba librarse del atacante oyó que uno de los maleantes decía: “Dale, metele eso en la boca, dale metele más”.
Sofía abrió los ojos aproximadamente a las 21.30, tenía un gusto amargo en la boca, “como a remedio”, se sentía mareada y no podía mantener los ojos abiertos. Demoró algunos minutos en reconocer la zona; estaba en la puerta del Jardín de la Escuela Normal, en calle 24 de Septiembre, entre 3 de Febrero y Alsina, a 100 metros de donde había sido atacada.
Apenas pudo incorporarse, notó que tenía roto el cierre del pantalón, heridas cortantes en el pecho, la cara, la espalda y los muslos. Dos chicas se acercaron y le preguntaron qué le pasaba, la joven le contó a duras penas lo que ocurría, las dos mujeres le dijeron que volverían con ayuda, pero no regresaron.
Con las pocas fuerzas que le quedaban, caminó por Alsina y llegó hasta un quiosco de avenida Belgrano, pidió un teléfono, pero estaba aturdida y no logró contactarse con nadie. La pareja de comerciantes que la atendió logró sacarle a duras penas un número de teléfono, era de un chico con el que había mantenido una relación sentimental, residente del sector de traumatología del Hospital Regional (ver nota aparte), contó el policía.
El joven fue hasta el negocio, la revisó y les dijo a los quiosqueros que la llevaría a un centro médico. Pero en vez de llevarla hasta el hospital, el residente la trasladó hasta su domicilio y llamó a la hermana de Sofía para que la fuera a buscar. Según se asentó en el expediente, el profesional dijo por teléfono que algo le había pasado a la joven y que él “no quería hacerse cargo”.
La hermana de Sofía llegó a la casa del residente médico, la buscó y la llevó al hospital. En el centro médico, tras sacarle un líquido verde de la nariz con una sonda, la pasaron al sector de ginecología; aparentemente, los profesionales sospecharon de una violación desde el primer momento.
Alrededor de las once de la noche, el padre de Sofía llegó al centro de salud, llamó para reclamar por qué no se había hecho presente la comisión policial de la jurisdicción donde había ocurrido el ataque y pidió que se convocara al médico de la Policía.
En ese momento, Sofía, traumada por la dramática situación y adormecida con algún tipo de droga, no permitió que la examinaran ginecológicamente. Pero el viernes, cuando se concretó la revisión médica, se comprobó lo peor, la joven había sido violada.
Su padre, ofuscado por la supuesta inacción de la comisaría de la zona, radicó la denuncia en la Comisaría del Menor y la Mujer. Además, pidió la intervención del Departamento de Investigaciones (D6) que desde el viernes comenzó a hacerse cargo de la causa. Con los pocos elementos que aportó la joven comenzaron a trabajar en la zona y no pierden las esperanzas de dar pronto con los culpables.
Fuente: elliberal.com.ar
