El joven líder norcoreano Kim Jong-un aprendió desde niño uno de los principios que le dieron gloria y prestigio a su padre y a su abuelo: no humillarse nunca ante Estados Unidos.
Hasta ahora ha cumplido a rajatabla con esa premisa, teniendo un papel estelar en una de las peores crisis de las dos Coreas desde que ambas sostuvieron una guerra entre 1950 y 1953, que dejó alrededor de dos millones de muertos.